La primera vez que empezamos a preguntarnos qué es una legalización es cuando necesitamos que un documento expedido en un país tenga efecto en otro país.
Hemos dicho anteriormente que la Apostilla de la Haya es una legalización internacional que funciona entre los países que son parte de Convenio de la Haya. Y este es el caso de Rumania y España. En todos los demás casos, la legalización se hace por vía diplomática. Esto implica la obtención de una serie de visados intermedios en el siguiente orden: visado del organismo superior a la administración que expide el documento, visado en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España (MAEC), visado en la representación diplomática o consular en España o las embajadas y consulados en España del país en el cual vaya a surtir efecto el documento.
Todo esto está detallado en la página de MAEC, sección Legalizaciones. El Ministerio trata de contestar a las preguntas más habituales y es un buen sitio para consultar. Para los trámites de legalización, hay que solicitar cita previa.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rumania también en su página ofrece informaciones sobre las legalizaciones que se hacen en su Departamento Consular, y menciona para cada tipo de documento qué visados intermedios se precisan.
El caso es que las traducciones juradas del español a otro idioma, cuando se tienen que presentar en otro país, tienen que estar debidamente legalizadas y esta legalización se hace en el mismo Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España. Lo mismo pasa con las traducciones juradas del rumano al español para países cuyo idioma oficial es el español.
Cuando se trata de traducciones del español al rumano que tienen que surtir efectos en Rumania, tenemos unas variantes más. Una sería la traducción realizada por un traductor jurado por el Ministerio de Justicia de Rumania (autorizado) con legalización en el Consulado de Rumania, donde ese traductor tiene que estar acreditado. Otra variante sería una traducción realizada por un traductor jurado por el Ministerio de Justicia de Rumania (autorizado) cuya firma se legaliza ante un notario español, posteriormente apostillada en el Colegio Notarial. O una traducción hecha directamente en Rumania, por un traductor autorizado local con legalización ante un notario rumano. Todo esto depende del tiempo que tenemos y la disponibilidad de viajar (al Consulado, por ejemplo, donde estas cosas se suelen hacer con cita previa).
Cuando hay que presentar en España una traducción del rumano al español, lo mejor es apelar a un traductor jurado, por las razones que hemos mencionado aquí. Las traducciones de idiomas extranjeros al español, realizadas por traductores-intérpretes jurados que van a ser presentadas a autoridades o funcionarios españoles están exentas de legalización.
Las traducciones juradas están exentas de legalización.
Cuando la traducción está hecha en Rumania por un traductor autorizado, es imprescindible que tenga legalización notarial, posteriormente apostillada por el Colegio Notarial correspondiente (Camera Notarilor).
No hay que confundir una traducción legalizada ante el notario y posteriormente apostillada con el documento original apostillado. Son dos cosas muy diferentes. Para la traducción, la apostilla certifica la firma del notario que, a su vez, legitima la firma del traductor. Para el documento original, la apostilla certifica la firma del funcionario que expide o certifica el documento.
Asimismo, cuando se presentan en territorio español, no hay que confundir la traducción jurada (hecha en España por un traductor jurado, y que no necesita otro tipo de legalización) con el documento original apostillado. Habitualmente, la traducción incluye la traducción de la apostilla del documento original, aunque sea una legalización internacional.
Dicho esto, es obvio que uno tiene que solicitar primero toda la información sobre los trámites, requerimientos, documentos y traducciones que necesita para ahorrarse disgustos y obtener lo que le interesa. Y también necesita mucha paciencia: los funcionarios nunca tienen prisa.